El Palais Garnier representa la decimotercera sala destinada a albergar la Ópera de París desde 1669 en que esta institución del arte fuera fundada por Luís XIV.
El edificio actual de la Ópera Garnier fue construido por orden de Napoleón III formando parte del gran movimiento de reconstrucción de la ciudad de París, llevado a cabo en la época por el barón Haussmann y cumpliendo así los deseos del emperador que quería crear una Academia Imperial de Música y Danza en París.
Para la realización del proyecto se realizó una licitación ganada por Charles Garnier, un arquitecto joven que no era conocido pero que presentó un diseño elegante y fastuoso que lo llevó a ser elegido para llevar adelante tan ambiciosa construcción.
Las obras de edificación de la Ópera Garnier duraron quince años, siendo interrumpida en varias oportunidades por incidentes diversos como la guerra acontecida en 1870 y la caída del Imperio, siendo finalmente inaugurado el Palacio Garnier el 5 de enero de 1875.
Entre las curiosidades que han quedado como relatos históricos se dice por ejemplo que Charles Garnier fue invitado a la inauguración de la Ópera pero no solo fue ubicado en un palco secundario sino que además debió pagar su entrada, una forma de representar el rechazo que las nuevas autoridades francesas sentían hacia todos aquellos que había servido al emperador.
Durante la construcción de este majestuoso edificio el terreno que había sido destinado para ello al igual que la proximidad de otras construcciones de gran altura que hicieron que el trabajo se transformara en una tarea ardua y difícil, debido a la poca profundidad de la capa freática en el área generando problemas para hacer los cimientos.
Todas estas dificultades dieron nacimiento a una leyenda que hablaba sobre la existencia de un lago subterráneo que pasaba por el lugar, sirviendo de inspiración al escritor Gastón Leroux para escribir su célebre obra “El fantasma de la ópera”.
Por otra parte, Napoleón III también dio la orden de abrir una avenida de grandes dimensiones que sirviera de unión entre la Ópera Garnier y el Palacio de Tullerías, lugar donde él residía, siendo necesario entonces realizar tanto la expropiación como la demolición de un barrio completo de la zona. La avenida de la Ópera fue así construida siendo terminada en 1879, cuatro años más tarde de la inauguración oficial del Palacio Garnier.
Poco tiempo después, esta gran avenida, sin una utilidad real a nivel arquitectónico y por la que nunca pasó Napoleón III, se vio bordeada de grandes residencias, tiendas de lujo, además de bancos y edificios de compañías de seguros.
La Ópera Garnier representa toda la fastuosidad y el lujo de una época de la ciudad de París, habiendo sido adornada tanto por fuera como por dentro por obras de arte de gran belleza realizadas por pintores, mosaiquistas y escultores contratados especialmente para llevar adelante estos trabajos.
A toda esta magnífica ornamentación se suma una increíble escalera de mármol, además de lujosos espacios interiores dedicados al público para ocuparlos durante los entreactos de los espectáculos, todos ellos ricamente decorados sobre un fondo dorado, siguiendo el estilo de los más importantes palacios de Francia.
Uno de los salones más destacados es el del Glaciar, concluido recién después de la inauguración oficial de la Ópera.
Se trata de una enorme sala de espectáculos, con 1900 asientos forrados en terciopelo rojo, donde predominan el rojo y el dorado, destacándose un techo especialmente pintado por el célebre Chagall y el inmenso telón que cubre el escenario.
En el edificio de la ópera también funciona la Biblioteca-Museo de la Ópera, donde se conserva todo lo relacionado con la historia de la ópera que abarca tres siglos, donde es posible admirar vestuarios, partituras, decorados y pinturas de las diferentes épocas de la vida y el arte musical de la ciudad de París.
El llamado Grand Foyer, que fuera restaurado en el año 2004, posee un techo pintado por Paul Baudry con temas alusivos a la historia de la música, destacándose como elemento decorativo la lira que puede apreciarse en los capiteles y hasta en las perillas de la puerta.
El Edificio de la Ópera Garnier impresiona a los visitantes por su lujo y majestuosidad con una superficie de 11.237 metros cuadrados y una altura total de más de 73 metros, una obra impresionante que es visita obligada en la ciudad de París.